(Santuario Santa Teresa de los Andes)
Me acuerdo que de pequeño mis padres me llevaban a aquel templo en invierno, verano, otoño, cada año. Es curioso que haya hecho bastantes mandas en ese lugar que tal vez hoy no tendría el coraje de enfrentar. Hoy volví al templo, entré por la misma puerta de siempre y cumplí con mi ritual. Al salir vi una fuente con monedas que me hicieron soltar una sonrisa, acompañada de un pequeño flashback de mi mismo lanzando monedas en forma de deseos en aquella fuente. Caminé hacia un lugar donde pudiera tomar asiento y contemplarla. Prendí un cigarrillo mientras todos esos recuerdos y deseos bombardearan mi mente. Luego como es de costumbre uno de mis latidos perdió el ritmo de la situación. ¿Para qué gastar mis monedas en una fuente de los deseos que no los cumple? Me pregunté. Era relativamente lógico, pero en ese momento fui capaz de entender. Era un objetivo mucho más importante que cumplir lo que más uno quiere, ¿Más que cumplir los sueños? Posiblemente, su propósito es recordarnos lo que más queremos, aquella fuente era solo un símbolo, y las monedas no eran más que una inyección de ganas de la realización de nuestros sueños. El recordar lo que quieres es algo impagable, las personas olvidan todos los días, pero en aquellos instantes bastaba solo con un par de monedas prestadas, y quien iba a pensar que la verdadera fuente de los deseos son las mismas inocentes manos que las lanzaban.
Esta vez no lancé una moneda a aquella fuente,
no era realmente necesario...
Porque la moneda que más importaba,
se encontraba sumergida en la fuente correcta.
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